Caminaron desde Lota a Concepción------------ Ex mineros marcharon para exigir soluciones

• Los otrora trabajadores del carbón, marcharon ayer desde Lota hasta la Intendencia penquista, sin amainarse por la fuerte lluvia. Instan al Gobierno a que cumpla lo que prometió hace más de una década, tras el cierre del mineral.
  

Por comandante Rodrigol

No están pidiendo plata, su intención no es mendigar. Lo único que demandan los ex trabajadores de las minas de Lota, es que el Gobierno se haga responsable de una vez por todas, de sus promesas y entregue una solución satisfactoria y definitiva a más de 600 familias que ya no saben cómo arreglárselas para seguir subsistiendo.
La pobreza es un fantasma que se agiganta cada vez que los años transcurren: ya va una década, por ende, los antiguos mineros están diez años más viejos y sus posibilidades de encontrar trabajo son más remotas, ya que actualmente se privilegia la contratación de personal joven.
La desesperación llevó a estos hombres a aguantar un descomunal aguacero y caminar los 55 kilómetros que separan a Lota de Concepción. Ya están cansados de esperar y por lo mismo, decidieron unirse y emprender la dura travesía -una más en sus abnegadas vidas- provistos sólo de sus cascos.
Unos a otros se animaban, cantaban el himno del minero del carbón, gritaban consignas en contra del Ejecutivo. Algunas de las esposas que se atrevieron a marchar -compañeras fieles de tantos años e incontables sufrimientos-, comenzaban a dar las primeras muestras de cansancio, y eso que estaban recién en Coronel, pero seguían adelante.
Cuando las fuerzas escaseaban, eran los pobladores, la gente común la que incentivaba a los pirquineros. Bocinazos y buenos deseos impulsaban a los lotinos a no abandonar su lucha, pese a que el cielo no paraba de castigarlos.

Tras largas horas de caminata, los 600 ex mineros se instalaban en el frontis de la Intendencia de la región del Bío-Bío, justo cuando el reloj de don Moisés marcaba las 17.45.
La intendenta penquista, María Soledad Tohá, los recibió y entró al edificio para sostener una reunión junto a dos líderes sindicales y al alcalde de Lota, Patricio Marchant.
En las afueras del recinto, los mineros aprovecharon de descansar y se sentaron en el “limpio”, “cómodo” y “seco” pavimento, todo un lujo, sin dudas. Las botellitas de agua para los deshidratados y los termitos con café para los entumecidos, empezaron a transitar de mano en mano.
Los que tuvieron la posibilidad de llevar calcetines para cambiarse, lo hicieron, pero les costó bastante ponérselos, debido a los callos y ampollas que dejó como obsequio el largo trayecto recorrido con zapatos de seguridad.
Pasaban las horas y no se vislumbraban respuestas. Los ex operadores carboníferos mataban el tiempo haciéndose bromas. El que más se lucía en esta faceta era el doble del borrachito Ruperto, que hacía reír a carcajadas a sus pares y a la gente que caminaba por el centro de Concepción.

Gozando con la simpatía del improvisado humorista y sentado en la entrada de la galería Alessandri, estaba don Moisés Reyes -uno de los caudillos del movimiento sindical- cuando El Telón lo fue a interrumpir.
Con el cansancio reflejado en el rostro, pero con una mirada llena de esperanza, este hombre de 50 años nos contó su verdad y la del resto de sus compañeros: “Amigo, nosotros no estamos pidiendo plata. Lo único que le pedimos al Gobierno es que nos entregue una previsión social. Esto ni siquiera va en directo beneficio nuestro, sino que es para nuestros hijos, porque no queremos que ellos queden desamparados a futuro”, disparó de entrada el robusto pirquinero.
“Desde el cierre Enacar -prosiguió- que estoy cesante. Mi familia al comienzo comprendía y apoyaba, pero ahora me piden que les dé de comer, que les entregue educación… Y yo no tengo los medios para hacerlo”, se lamenta Reyes.
Don Moisés realiza también una encarnizada crítica a los medios de comunicación tradicionales, ya que “nos muestran como si fuéramos los malos de la película, dicen que ya se nos entregó plata y que estamos llorando demás, pero no se dan cuenta de que el problema no se ha solucionado”.
La conversación entre las partes se estaba prolongando demasiado. “Pucha que la han hecho larga el Pitilla y el Bam Bam”, era el comentario más común entre los ex pirquineros, en alusión a los dos cabecillas del Sindicato que estaban participando del diálogo.
Cuando se cumplió la tercera hora de reunión y nadie salía por la puerta de la Intendencia, los ánimos se empezaron a caldear. Los antiguos obreros de las minas de Lota sacaron una de las barreras de contención de Carabineros y empezaron a golpearla. El hecho produjo cierta tensión entre la fuerza pública y los manifestantes, pero las cosas no pasaron a mayores.
Recién a las 21.00 horas acabó la reunión tripartita. La resolución fue un duro golpe para los mineros: sus demandas no fueron acogidas.
El desanimo se apoderó de los 600 hombres que aguardaban con fe una respuesta favorable, pero las convicciones se mantuvieron firmes y comenzó al instante la aplicación del Plan B: llegar marchando hasta La Moneda, si no eran recibidos por el ministro del Trabajo, Osvaldo Andrade, antes del jueves.
El firmamento llora el pesar de este pueblo de esfuerzo, de estos hombres que, en su época, engrandecieron a un país que hoy les da la espalda.